A pesar de que soy una fan incondicional de las paredes
blancas, tengo un amor casi místico por el papel pintado. Existe tal variedad
en el mercado que es dificilísimo decantarse por uno u otro cuando tienes un
proyecto en marcha y has decidido que vas a utilizarlo en alguno de los muros,
como friso o zócalo, o bien en la restauración de algún mueble.
De mi experiencia puedo concluir que nada como aplicar papel
pintado para que se produzca un pequeño milagro: viste una pared desnuda, ilumina
el fondo oscuro de un mueble, aporta frescura o elegancia según su patrón y, en
definitiva, cambia la apariencia de cualquier estancia.
Se trata de un material que ha tenido fluctuaciones en decoración a lo
largo del tiempo. En algunas épocas fue imprescindible en cualquier hogar pero
en otras, como han sido estos últimos años desde la década de los 80, dejó de
utilizarse. Lo peor es que en la década de los 80 se sustituyó por la moda del horrible
gotelé, que tantos problemas nos ha dado a muchos a la hora de quitarlo. Personalmente
lo detesto.
Cambiar la apariencia de un dormitorio, por ejemplo es tan
fácil como pasar una tarde de sábado o domingo haciendo una pequeña reforma:
colocar papel pintado en la pared de detrás del cabezal. Bastan unos escasos
rollos, cola, una brocha para encolar y un cepillo alisador y… a estrenar
dormitorio! Un cambio de estación es la época más apropiada para hacerlo.
Aprovechad ahora. Con la inmensa variedad de papeles pintados
que hay en el mercado, tiendas on-line y grandes superficies destinadas a la
decoración, seguro que encontraréis el vuestro... si os podéis decidir entre
tantos, porque la dificultad mayor está ahí, en decidirse sólo por uno!
Via: El Mueble |